Mi Historia:
Desde la Selva Amazónica al Mundo
Mi vida comenzó en el corazón verde de la selva amazónica peruana, un lugar donde el canto de los ríos y el susurro de los árboles cuentan historias que han sido transmitidas por generaciones. Allí, rodeada por la poca naturaleza y sobre todo la calidez de mi pueblo Asháninka, aprendí que nuestras raíces no solo son un legado, sino también una guía para entender el mundo. Desde niña, mis padres nos llevaron a migrar por los valles de la Amazonía, no por casualidad, sino para que conociéramos de cerca las distintas formas de vida, las voces de otros pueblos y las profundidades de nuestra propia cosmovisión. Cada paso en esos viajes estaba impregnado de aprendizajes, de descubrimientos que me enseñaron el valor de escuchar y de cuidar.
A los 17 años, mi camino me llevó más allá de las fronteras de nuestra selva, un momento que marcó un antes y un después en mi vida. Recuerdo el día en que partí, llevando conmigo la esencia de mi cultura y los cantos de mi pueblo como un amuleto. Mi primer destino fue Haití y, más tarde, la República Dominicana. Allí, conocí comunidades que, al igual que nosotros, luchan por preservar su identidad y proteger aquello que les da sentido: su tierra y su cultura. Fue una conexión profunda, una prueba de que las raíces de los pueblos originarios son universales.
Más tarde, el continente africano me recibió. En el Sahel, conviví con la etnia Tuareg, y allí encontré algo que nunca imaginé: una mirada espejo de mi propia lucha. Sus canciones, sus rituales y su espíritu resistente me hicieron comprender la fuerza que nace cuando un pueblo abraza su historia y se aferra a ella como un faro. Cada día con ellos era una enseñanza, una invitación a reflexionar sobre quién soy y por qué es vital proteger lo que somos.
Actualmente me encuentro recorriendo el continente europeo.